"MI HISTORIA HA SIDO UN CÁNTICO A MIS MAESTROS"

Así es, tras estudiar los años de Magisterio pude acceder directamente a Filosofía y Letras y conseguí una beca para hacer aquí los comunes, luego otra beca de mayor cuantía me permitió ir a la Complutense de Madrid en el curso académico de 1968/1969 con el fin de estudiar Historia del Arte. En este segundo año pude subvencionarme la carrera porque, además de la beca, le propuse al colegio mayor trabajar como bibliotecario a cambio de que me cobrasen sólo la mitad de los gastos. Mis maestros han sido decisivos. Mi vida, mi historia ha sido un cántico a mis maestros. En Oviedo había trabajado el barroco asturiano, pero tras defender la tesis, me aburría y pasé algún material inédito a todos mis discípulos. Esta "generosidad" la aprendí de mis maestros: de Angulo, de Azcárate, de Pérez Sánchez y de mis experiencias en el Consejo; allí, al menos en aquellos tiempos, cada uno tenía su tema y todos sabíamos cuál era, de tal forma que si se encontraban cosas que le interesaban a uno u otro, se cedían e intercambiaban. ¿Y sus veranos trabajando en Francia? Allí puse en práctica mis conocimientos como dibujante arqueológico que había aprendido en un curso impartido por José Alcina Franch sobre Técnicas de Arqueología y de Dibujo Arqueológico. Mi padre era maestro, pero lo que más influyó en nuestro desarrollo fue que en mi casa siempre hubo libros antiguos como la primera Historia General de España en 6 volúmenes, de Modesto Lafuente y Juan Valera (1877) que compró mi bisabuelo, también estaba El Quijote con láminas de Gustave Doré, una Geografía Universal, El Universo Social, de Spencer, unos libros de Historia del Arte que me encantaba ir viendo porque tenían ilustraciones coloreadas.