Las caras ocultas y las caras visibles de la evaluación: Notas para la investigación de la evaluación del aprendizaje como actividad humana

La literatura presenta una imagen ideal de la evaluación del aprendizaje en la cual esta se inserta armoniosamente en los procesos de enseñanza-aprendizaje, deja de ser solamente externa para convertirse en autoevaluativa, es formativa, y forma una parte esencial de un nuevo ciclo de calidad del proceso educativo en un nivel micro. Esta imagen es, sin embargo, ingenua, en cuanto supone a la evaluación como un sistema de naturaleza simple y en un contexto no fragmentado en el cual distintas personas con roles sociales diferentes alinean y armonizan sus diferentes intereses de manera sencilla y disolviendo cualquier conflicto que pueda surgir. Una mirada más crítica a la práctica de la evaluación, con profesores de carne y hueso, en situaciones complejas en las que conviven múltiples valores, propósitos y concepciones, sugiere que esa imagen de la evaluación es solo una entre otras muchas más, que convive con otras más en mayor o menor medida dentro de los contextos reales de los salones de clases. Lo que termina ocurriendo es el producto de la interacción compleja entre estos diversos valores, propósitos y concepciones. A partir de una idea de la práctica docente entendida como praxis que ocurre desde el ejercicio de una racionalidad práctica o phronesis, argumento que la formación de los profesores debe tener en cuenta esa complejidad para ser más reflexiva, ética, e incluso efectiva. Para ello, y tomando como base un enfoque sistémico suave o blando, propongo algunas formas ideales de sistemas de evaluación, desde las cuales es posible investigar, en la acción, lo que ocurre en nuestras aulas de clases.